Editorial publicada en la Revista Aapresid de Enero 2023
Dicen que hace unos 12.000 años comenzó la agricultura, cuando comenzamos a sembrar las semillas seleccionadas de determinadas plantas, probablemente la selección y la siembra de esa semilla fue la primera tecnología de la historia del agro. Esta simple acción nos permitió dejar de estar en una constante situación de supervivencia para poder parar la pelota, analizar, planificar, buscar más ideas disruptivas. Fuimos sumando tecnologías lentamente, herramientas tan rudimentarias como un palo para hacer un agujero o un surco donde poner la semilla, luego las rejas, las ruedas, las pircas de piedra para guardar los animales domésticos por la noche, eran sus Agtechs. Todo comenzó a tomar velocidad con la revolución industrial, luego química y recientemente la “tecnológica”, digital o actualmente llamada Agtech.
Si nos atenemos a la definición de tecnología de La Real Academia Española (RAE) y de Wikipedia parece más inteligente preguntarnos ¿qué no es tecnología? La respuesta podría ser NADA.
Según la RAE tecnología es “1. Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico, y 2. Conjunto de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado sector o producto”.
Según Wikipedia la tecnología “… es la suma de técnicas, habilidades, métodos y procesos utilizados en la producción de bienes o servicios o en el logro de objetivos, como la investigación científica. La tecnología puede ser el conocimiento de técnicas, procesos y similares, o puede integrarse en máquinas para permitir su funcionamiento sin un conocimiento detallado de su funcionamiento…”
Entonces, todo es tecnología. Teniendo en cuenta que en la comunidad agropecuaria vivimos buceando, nadando o surfeando en tecnologías de insumos y de procesos, y los límites de estas entre sí se desdibujan según el contexto y con qué concepto se están utilizando, si a modo de acción individual, puntual y/o reactiva (tecnología de insumos), o dentro de un sistema integrado, pensado, planificado y adaptado en cada paso a la realidad actual (tecnología de procesos).
Agtech, agricultura + tecnología digital, aplicada a la biología nuestra de cada día. Permitanme abrir la caja de pandora y pensar cómo las Agtech atraviesan y potencian exponencialmente todo el proceso, desde las semillas, pasando por las maquinarias y sistemas de producción, insumos químicos o biológicos (debemos repensar estas definiciones), detección por sensores, cámaras, ambientación, trabajo sitio específico (siembra, fertilización, pulverización, alimentación animal, aguadas, riego), manejo de los sistemas, herramientas de gestión (de insumos, económica, administrativa, almacenamiento, rodeos, sanidad, alimentación, aguadas, riegos, etc.), monitoreo y seguimiento de cultivos, animales, condiciones climáticas, trazabilidad, cajas negras para guardar la información, vehículos autónomos, blockchain y sistemas de e-commerce, y siempre, pero siempre la conectividad (o falta de ella). Y lo que está, o está llegando, o estará llegando por siempre, porque lo dinámico de esto hace que siempre se esté yendo por más, big data e inteligencia artificial.
¿Por qué todo esto? Para seguir transitando y creando un camino de mejora continua, haciendo más eficiente la producción agropecuaria y agroindustrial, en el aspecto productivo, económico, ambiental y social.
¿Cómo se logra todo esto? Con creatividad e innovación de una comunidad muy dinámica que en Argentina se ha generado en los últimos 10 años y no para de crecer. Que incluye a productores, empleados, dueños de campo, asesores profesionales, investigadores, comerciales, industria, servicios específicos, inversores y los nuevos actores que vienen de otras ramas como la ingeniería industrial, en sistemas y especialistas del área económica, todos interactuando, jugando diferentes roles y muchas veces varios roles, y tratando de identificar cuál será la nueva necesidad del medio antes de que los mismos actores seamos conscientes de esto. También se logra perdiendo el miedo al fracaso, más bien revalorizando el fracaso como un paso (¡en algunos casos muchos pasos!) fundamental, imprescindible y dinámico para aprender y llegar a lograr nuestros objetivos.
Para seguir siendo una comunidad agropecuaria de las mejores y más complejas del mundo debemos seguir esforzándonos, con los pies en la tierra, el cuerpo en el campo y la cabeza en “la nube”, y también permitirnos espacios disruptivos de donde surja lo nuevo y distinto, tener la humildad de escucharnos, de darle espacio a los expertos, pero también a las mentes frescas dispuestas a poner a prueba nuestros paradigmas.
Desde el inicio de la agricultura hay tres tecnologías que no hemos dejado de utilizar, que han sido el hilo conductor para que estemos donde estamos, y que no debemos ni podremos dejar de utilizar si queremos seguir viviendo y mejorando. La primera es la tecnología más antigua y más avanzada que tenemos, nuestra mente apoyada en el conocimiento científico del prueba y error. La segunda es la cooperación, el trabajo en una comunidad, no ya solamente física, sino virtual y sin fronteras. La tercera es la innovación, no como fin, sino como la mejor forma de seguir acercándonos al futuro.
Ing. Agrónomo Esteban Bilbao MP CIAFBA 1067
Agroestudio Viento Sur SRL
Socio de la Regional Aapresid de Necochea