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Habitualmente cuando pensamos en aplicaciones dirigidas, lo primero que surge es: “cuánto me cuesta comprar la tecnología? Cuánta plata voy a ahorrar?”. Y esto es muy lógico, pero en realidad las preguntas más adecuadas serían: “necesito esta tecnología? Para qué y cómo la voy a usar?”. Esto es así, en parte porque el repago de la inversión se realiza con el mismo ahorro que se logra por usar menos herbicidas, y porque el desafío comienza al momento de implementar y comenzar a utilizar las aplicaciones dirigidas, ya que esto conlleva un cambio de paradigma, una nueva forma de manejar las malezas.